𝐋𝐚 𝐟𝐞𝐥𝐢𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐲 𝐞𝐥 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨𝐫
- Harold Kurt
- 2 abr
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Ocultar el sufrimiento tras una sonrisa es una paradoja humana que la poesía ha explorado magistralmente. Alfonsina Storni, en su poema Pudiera ser, expresa la lucha interna entre lo que se siente y lo que no se puede expresar abiertamente:
Pudiera ser – Alfonsina Storni
[…]
A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero, se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo esto mordiente, vencido, mutilado,
todo esto que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.
En la vida cotidiana, especialmente en la era de las redes sociales, se proyecta una imagen de bienestar mientras se ocultan los conflictos internos. Este mecanismo, aunque útil para sostener la autoimagen —y que a menudo degenera en narcisismo—, puede derivar en ansiedad o desconexión emocional. Antaño, la poesía era refugio para quienes buscaban expresar su dolor sin juicio. Poetas como Storni y Pizarnik han plasmado esta tensión entre la apariencia y la realidad. Alejandra Pizarnik, en su poema La Jaula, lo expresa con amarga precisión:
"Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan."
Paul Celan, en su poema Corona, ahonda en esta misma dualidad, donde el sufrimiento y la esperanza se entrelazan en un destino inevitable:
"Nosotros nos amamos como amapola y memoria,
dormimos como vino en las conchas del tiempo,
y el mar canta en nuestra sangre entera."
Aceptar esta dualidad es un acto de valentía: la verdadera autenticidad surge cuando nos permitimos ser humanos en toda nuestra complejidad.
Byung-Chul Han, en La sociedad paliativa, señala cómo la contemporaneidad tiende a evitar el dolor a toda costa, instaurando una cultura del alivio inmediato. Sin embargo, esta evasión constante del sufrimiento nos priva de su función redentora. Para Han, el dolor no es un mero malestar a suprimir, sino un componente esencial de la existencia que nos permite transformar nuestra experiencia, otorgando profundidad a la vida.
En una sociedad que exalta el placer y la positividad como valores supremos, el dolor se relega al ámbito de lo indeseable, convirtiéndose en una cuestión médica que debe erradicarse. Pero sin él, la vida pierde densidad y significado. La poesía, a diferencia de la lógica paliativa, no busca anestesiar el sufrimiento, sino darle forma, hacerlo inteligible y, en ese proceso, resignificarlo. Así, Storni, Pizarnik y Celan no solo plasman la tensión entre lo aparente y lo verdadero, sino que nos recuerdan que en el dolor también hay posibilidad de redención y verdad.
Como diría Celan: "Ya es tiempo de que la piedra se digne a florecer."
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